21/07/2020

EL RETORNO

 

Algunos escritores dicen que es por una cuestión necesaria para la trama, pero en verdad cuando matan a personajes en sus relatos, es por envidia. Envidia de que sus creaciones, a diferencia de ellos, son inmortales.
 

 

Hoy sabemos de historias protagonizadas por personajes que fueron creadas hace cientos de años, es más, sabemos de proezas hechas por personajes que a su vez carecen de autor. O mejor dicho, son anónimos.

Algunos, muy vivos, crean personajes que como un flechazo al corazón se meten de lleno en el inconsciente colectivo de un pueblo. Si le digo Mrs. Pink…. ¿me entiende? Pero ¿Si lo traduzco y le mencionó a Doña Rosa?...sabe de quién hablo. ¿Lo dejamos ahí?

Llegó Mauricio Macri con su intención de destruir la historia, el progreso venía de afuera. De hecho algunos numismáticos (personas que estudian las monedas y los billetes) llegaron a decir en un programa televisivo que el aparato macrista tuvo un nulo trabajo informativo. En sus palabras, la idea de poner una ballena o un yaguareté en el dinero no estaba mal siempre y cuando difundan los hábitat naturales de esos animales, o que expliquen que el nombre del felino viene del Guaraní. Pero nada de eso, lo que deja a las claras que el Pro no tenía intención de poner seres vivos en los billetes como dijo Marcos Troll Peña, sino que querían desestimar la historia argentina.

Ahora Alberto encabeza el peronismo light, algo tan inexistente como el flan de calabaza. Un peronismo tibio, hasta ahora es peronista en los dichos y tibio en los hechos.

El ambiente se volvió propicio para una reaparición de Doña Rosa, que nunca murió es verdad, pero convengamos que en la etapa kirchnerista tuvo otro rol. Digamos, qué papel tiene Doña Rosa cuando se habla de pagar la deuda, o qué dice cuando se vota la Ley de fertilización asistida. ¿Alguien le da entidad para opinar cuando se trata el matrimonio igualitario?

Doña Rosa pierde en las cuestiones viscerales y sin precedentes. En ninguno de esos tres casos alguien puede tener un discurso seductor diciendo “y…¿es lo de siempre vió?, otra vez sopa”. Como eran temas nuevos tenían que inventar otra frase y se convirtieron en odiadores, bueno algo que Doña Rosa siempre fue. El kirchnerismo sacó caretas.

Pero con la política de los últimos años volvió el doña rosismo en su máxima expresión, es decir, a ocupar lugar en la pantalla, editorializar diarios, vocear en radios. Te despertas con Antonio Laje en América y te acostás con Viviana Canosa en Canal 9. Dos señales que dicen romper con la estructura oficialismo y oposición, juegan a que se quejan de todo. Es todo opinión, tienen más quejas que un bandoneón.

Si bien, Neustadt le hablaba a Doña Rosa podemos afirmar que él le puso nombre a algo que ya existía. En mayor o menor medida le hablaba a una persona que ignoraba un tema, lo moldeaba en pocas palabras y a su gusto.

A lo Tato Bores, en donde la historia giraba en torno a que “ellos (que vendría a ser el Gobierno y si era peronista mejor) creen que nosotros somos unos giles bárbaros y nos basurean, pero nosotros no somos ningunos giles y sólo hace falta esperar que todos se den cuenta”, en esa lógica se daba una especie de superioridad que dejaba manso al pueblo para lo que venga. En definitiva, lo que importa es creer que yo soy menos gil que el vecino.

Capaz que al otro día se juntaban en el trabajo y decían ¿lo viste a Tato? Siempre iba a haber alguien que no lo veía, y ese justificaba todo el status quo de que estábamos como estábamos por gente como él, no cambiabamos más, etc. etc.

Era brillante…

Pero Doña Rosa tiene una gran enemiga que increíblemente no es otra que Doña Rosa. Woody Allen hizo muchas películas haciendo del tonto ganador, el pobrecito con suerte, inseguro. En el 2016 cuando su film “Café Society” inauguró el festival de Cannes fue consultado sobre su continuidad y dijo “haré cine hasta que los tontos dejen de apoyarme”.

La culpa de que exista no es del gobernante que oprime, que fastidia, que cree que nadie sabe nada. La culpa es de Doña Rosa que prefiere que le digan que eso es así, y que no hace falta pensar. En definitiva, a Doña Rosa le dijeron de todo menos que piense.

 

Por Rodrigo Marcogliese

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