Algunos escritores dicen que es
por una cuestión necesaria para la trama, pero en verdad cuando
matan a personajes en sus relatos, es por envidia. Envidia de que
sus creaciones, a diferencia de ellos, son inmortales.
Hoy sabemos de historias
protagonizadas por personajes que fueron creadas hace cientos de
años, es más, sabemos de proezas hechas por personajes que a su vez
carecen de autor. O mejor dicho, son anónimos.
Algunos, muy vivos, crean personajes que como un flechazo al corazón
se meten de lleno en el inconsciente colectivo de un pueblo. Si le
digo Mrs. Pink…. ¿me entiende? Pero ¿Si lo traduzco y le mencionó a
Doña Rosa?...sabe de quién hablo. ¿Lo dejamos ahí?
Llegó Mauricio Macri con su intención de destruir la historia, el
progreso venía de afuera. De hecho algunos numismáticos (personas
que estudian las monedas y los billetes) llegaron a decir en un
programa televisivo que el aparato macrista tuvo un nulo trabajo
informativo. En sus palabras, la idea de poner una ballena o un
yaguareté en el dinero no estaba mal siempre y cuando difundan los
hábitat naturales de esos animales, o que expliquen que el nombre
del felino viene del Guaraní. Pero nada de eso, lo que deja a las
claras que el Pro no tenía intención de poner seres vivos en los
billetes como dijo Marcos Troll Peña, sino que querían desestimar la
historia argentina.
Ahora Alberto encabeza el peronismo light, algo tan inexistente como
el flan de calabaza. Un peronismo tibio, hasta ahora es peronista en
los dichos y tibio en los hechos.
El ambiente se volvió propicio para una reaparición de Doña Rosa,
que nunca murió es verdad, pero convengamos que en la etapa
kirchnerista tuvo otro rol. Digamos, qué papel tiene Doña Rosa
cuando se habla de pagar la deuda, o qué dice cuando se vota la Ley
de fertilización asistida. ¿Alguien le da entidad para opinar cuando
se trata el matrimonio igualitario?
Doña Rosa pierde en las cuestiones viscerales y sin precedentes. En
ninguno de esos tres casos alguien puede tener un discurso seductor
diciendo “y…¿es lo de siempre vió?, otra vez sopa”. Como eran temas
nuevos tenían que inventar otra frase y se convirtieron en odiadores,
bueno algo que Doña Rosa siempre fue. El kirchnerismo sacó caretas.
Pero con la política de los últimos años volvió el doña rosismo en
su máxima expresión, es decir, a ocupar lugar en la pantalla,
editorializar diarios, vocear en radios. Te despertas con Antonio
Laje en América y te acostás con Viviana Canosa en Canal 9. Dos
señales que dicen romper con la estructura oficialismo y oposición,
juegan a que se quejan de todo. Es todo opinión, tienen más quejas
que un bandoneón.
Si bien, Neustadt le hablaba a Doña Rosa podemos afirmar que él le
puso nombre a algo que ya existía. En mayor o menor medida le
hablaba a una persona que ignoraba un tema, lo moldeaba en pocas
palabras y a su gusto.
A lo Tato Bores, en donde la historia giraba en torno a que “ellos
(que vendría a ser el Gobierno y si era peronista mejor) creen que
nosotros somos unos giles bárbaros y nos basurean, pero nosotros no
somos ningunos giles y sólo hace falta esperar que todos se den
cuenta”, en esa lógica se daba una especie de superioridad que
dejaba manso al pueblo para lo que venga. En definitiva, lo que
importa es creer que yo soy menos gil que el vecino.
Capaz que al otro día se juntaban en el trabajo y decían ¿lo viste a
Tato? Siempre iba a haber alguien que no lo veía, y ese justificaba
todo el status quo de que estábamos como estábamos por gente como
él, no cambiabamos más, etc. etc.
Era brillante…
Pero Doña Rosa tiene una gran enemiga que increíblemente no es otra
que Doña Rosa. Woody Allen hizo muchas películas haciendo del tonto
ganador, el pobrecito con suerte, inseguro. En el 2016 cuando su
film “Café Society” inauguró el festival de Cannes fue consultado
sobre su continuidad y dijo “haré cine hasta que los tontos dejen de
apoyarme”.
La culpa de que exista no es del gobernante que oprime, que
fastidia, que cree que nadie sabe nada. La culpa es de Doña Rosa que
prefiere que le digan que eso es así, y que no hace falta pensar. En
definitiva, a Doña Rosa le dijeron de todo menos que piense.