11/11/2019

TORRE ARGENTOFRANCESA


Construyó en Ituzaingó una réplica de la Torre Eiffel que tiene 16 metros de altura y nació en Versailles, el arquitecto Rubén Diaz, ya hizo otras locuras en su ciudad, como la “Taberna de Moe” y ahora planea crear La República de Carlitos Balá.

 


Es su última obra que sorprende al distrito luego de haber hecho la réplica de “La Taberna de Moe”, de la serie “Los Simpson”, y una “Bondi House”, con un colectivo partido al medio en el frente.

El hombre de 64 años se preguntó: “Si construyo edificios, ¿por qué no puedo hacer la Torre Eiffel?”. Y se lanzó a la aventura.

Tardó siete meses en construirla y está rodeada de pinturas que muestran el Arco del Triunfo, el emblemático Mouline Rouge y la famosa pirámide en la entrada del Museo de Louvre. La obra mide 16,5 metros de altura y está hecha de hierro macizo.

“La idea es que los visitantes se transporten a París”, cuenta Rubén, quien vive a pocas cuadras de su creación y la puede observar desde su balcón. Considera que la obra realizada por el arquitecto Gustav Eiffel en 1889 es el mejor monumento hecho por el hombre.

Para hacer posible el proyecto, contó con la ayuda de todo el equipo de obreros y conocidos que se encargaron de pintar los murales que rodean la réplica, los trabajos de herraje, artistas plásticos y una amiga arquitecta que lo acompañó en esta idea. Juntos trabajaron para hacer este sueño posible.

“Para quienes quieran conocer la réplica, abro las puertas todos los sábados de 14 a 18 y hacemos una especie de visita guiada gratis contándoles todo lo que representa. Siempre lo anuncio en mis redes sociales”, cuenta el arquitecto, que también pone a disposición el lugar para aquellos niños que quieran festejar su cumpleaños y no tengan los recursos para alquilar un salón.

En 1980, Díaz se recibió en la Universidad de Buenos Aires y ya contaba con el título de Maestro Mayor de Obras.

Entre sus locuras está también un complejo de dúplex ploteados de películas de Hollywood, la “Casa Torcida” y el “Fitito” que “cuelga” de una propiedad.

El artista ya piensa en su próximo proyecto: hacer la “República de Carlitos Balá”. La apuesta apunta a homenajear al cómico a lo largo de 10 manzanas temáticas donde habrá casas pintadas, juegos y lo más llamativo: que las calles además de su nombre lleven frases como “¿Qué gusto tiene la sal?”.

“Nací en Versalles”, apunta en relación al barrio porteño y sin anticipar los juegos del destino. Hijo de un obrero de la construcción y una ama de casa, todos gallegos, cuenta que desde los cuatro años vive en la localidad del oeste bonaerense y que se mudó diecinueve veces en diez cuadras a la redonda. No le molesta que en la zona la gente lo reconzca por su flota de autos ploteados, pintados con aerosol e intervenidos con redes y ropa vieja.

“Siempre fui la oveja negra de los arquitectos. Vivimos en una sociedad hipócrita. Cuando no te conoce nadie, sos un loco de mierda. Pero cuando conseguís fama, pasás a ser artista. Y yo soy el mismo de siempre… Lo bueno de ser artista es que ya nadie me puede decir qué está mal o bien. Sólo si les gusta o no”, reflexiona.

-¿La arquitectura tiene demasiadas reglas para vos?


-Cuando me anoté en la carrera, me dijeron que tenía que aprobar 32 materias. Las rendí y me dijeron que tenía que usar corbata para jurar. Les expliqué que eso no me lo habían dicho de antemano. Que yo no estoy capacitado para usar corbata. Estuve tres años sin título. Hasta que un día fui con una corbata en la mano, me la puse arriba del escenario para que me entreguen el diploma y me fui. En 1979 el decano de la Universidad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires era más ignorante que cualquier marginal. Desde entonces no me gusta que me digan arquitecto. Me hace sentir descalificado.

-¿Por qué?


-Porque no significa nada. A los obreros que trabajan conmigo se los tengo prohibido. Un día fui a una oficina y dije: “Buenas tardes, señor. Vengo a traer un expediente”. Y el tipo, que era abogado, me contestó: “Soy doctor”. ¡Qué equivocado!, pensé. Ser doctor cuesta cinco años. Ser señor, toda una vida. Yo soy Rubén. Y no tengo matrícula porque me la sacarían por usar mis propias reglas. Así que trabajo con colegas que la tienen.

-¿Nunca te importó ser la oveja negra y no encajar?


-No compito con nadie, ni tengo inseguridades. Mi mamá de chico me dijo: “Mira Rubén, vos sos muy feo”. Y lo que estoy contando es literal. Así crecí. Ella tomaba anfetaminas para adelgazar. Mi viejo no la soportaba y yo tampoco. Una noche, mientras yo estaba estudiando, me quiso convidar. ¡Ni a palos tomaba! Es que la gente prefiere pertenecer, antes que ser.
 

Por Rodrigo Marcogliese

Fuente: INFOBAE, CLARÍN

 

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