09/07/2018

EL COSTO DE INDEPENDIZARNOS


El sueño de Belgrano por instaurar una monarquía Inca, el día incorrecto, y el pérdida o sustracción del acta original son los enigmas detrás de nuestra declaración de la Independencia. Seamos libres, que lo demás no importa.

 


Conmemoramos que un día como hoy pero de 1816, en Tucumán, se firmó la Independencia de las Provincias Unidas de la Plata. Sin embargo, historiadores cuentan que el General Lamadrid propuso festejar el acontecimiento al otro día. Una fiesta a celebrarse la noche del 10 de julio en casa de la anfitriona del Congreso, doña Francisca Bazán de Laguna.

Pero si en la actualidad no comemos locro el 10, y si lo hacemos el 9 es porque por encima de la voluntad de Lamadrid que pretendía hacer una fiesta con las familias patricias, fue el mismo día de la firma del acta cuando el pueblo tucumano salió a festejar la independencia.

Es decir, desde los orígenes Argentina celebra la festividad popular lejos del yugo colonial y sectorial.

Pero esto tampoco fue así por siempre, el 6 de julio de 1826 fue Bernardino Rivadavia en su rol de Presidente quién ordenó que el 9 de julio se celebre en conjunto con el 25 de mayo, porque consideraba que “la repetición generaba perjuicios en el comercio y la industria”.

No fue sino hasta la llegada del restaurador Juan Manuel de Rosas quien promulgando un decreto en 1835, volvió a separar las festividades.

El acta original, firmada por todos los miembros del Congreso, fue redactada en el libro de Actas de las sesiones públicas de dicha asamblea. Ese libro se ha perdido. Algunos historiadores consideran que fue depositado en 1820 en la Legislatura de Buenos Aires, de donde posteriormente habría sido sustraído. En el Archivo General de la Nación Argentina se conserva una copia, realizada por el secretario Serrano a fines del mes de julio de 1816.

Cabe recordar que en ese mismo año se libró la Batalla de Cepeda, y que por medio del Tratado de Pilar se desconocía el Congreso de Tucumán, y era el comienzo de una batalla intestina que por más que tuvo breves momentos de unión (como en el comienzo de la nota se habló de Rivadavia Presidente del país), la consolidación nacional se dio en 1861.​


Volviendo a lo ocurrido en Tucumán, hay que comprender que es consecuencia de que en 1814, el rey Fernando VII de España había regresado al trono español. Esta situación quitó argumentos de acción a los hombres que habían iniciado la Revolución de Mayo en el Virreinato del Río de la Plata e instaurado la Primera Junta en 1810 —y los gobiernos que habían sucedido a ésta— bajo la premisa de lealtad a Fernando VII. Ya no podían actuar en nombre del rey de España porque éste volvió a estar en el poder efectivo. El rey quería reconquistar sus colonias; los "realistas" (los partidarios del colonialismo) habían triunfado en Huaqui, Vilcapugio y Ayohúma, y eran fuertes en el Alto Perú, la actual Bolivia. Desde allí pensaban atacar las bases de los independentistas e invadir todo el actual territorio de Argentina teniendo como objetivo la ciudad de Buenos Aires.

El 15 de abril de 1815, una revolución terminó con el gobierno centralista del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, General Carlos María de Alvear. Los revolucionarios exigieron la convocatoria de un Congreso General Constituyente.

El Congreso de Tucumán inició sus sesiones en la Casa de Tucumán ubicada en San Miguel de Tucumán, el 24 de marzo de 1816, con la presencia de 33 diputados. Según la decisión de los propios delegados, la presidencia del Congreso era rotativa y cambiaba cada mes.

Fueron distintas las causales por las que diversas provincias que habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata no enviaron diputados.

Varias provincias del Alto Perú, entre ellas Potosí, Cochabamba y La Paz, habían caído nuevamente en poder de los realistas. Pero gracias a la Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú enviaron diputados al Congreso de Tucumán Chichas, Charcas y Mizque.

Distinta fue la situación de las provincias "de abajo". Exceptuando a Córdoba, las provincias de la Liga de los Pueblos Libres o Liga Federal —la Provincia Oriental (sector principal de la Banda Oriental), Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe— resolvieron no concurrir al Congreso de Tucumán, en protesta por la oposición del nuevo Director Supremo Antonio González Balcarce y del Congreso de Tucumán a ratificar el acuerdo de paz alcanzado en el Pacto de Santo Tomé, firmado el 9 de abril de 1816, por el que se había reconocido la autonomía de Santa Fe.

Artigas, el caudillo de la Provincia Oriental, se declaraba también argentino y afirmaba en una carta a José de San Martín que la Unión de los Pueblos Libres se había anticipado en la declaración de la independencia argentina durante el Congreso de Oriente. Es decir, que la verdadera acta de independencia había sido celebrado el 29 de junio de 1815. Suscrito por las provincias argentinas federales en la entonces pequeña ciudad de Concepción del Uruguay.

Durante varias semanas se discutieron los alcances de sus atribuciones y su funcionamiento interno, además de tomar decisiones de política nacional e internacional. El cuerpo tenía la facultad de intervenir en casi todos los asuntos que se presentaban a su consideración, lo que provocó interminables debates.

La presión de algunos de sus miembros, y de influyentes dirigentes nacionales —entre ellos el general José de San Martín, gobernador de la Intendencia de Cuyo— hizo que se iniciara la discusión sobre la Declaración de Independencia.

La votación finalmente se concretó el 9 de julio. En ese momento presidía el cuerpo uno de los representante de San Juan, Francisco Narciso de Laprida. Ningún país reconoció en ese momento la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata

Luego de ello, la discusión pasó por cuál era el sistema representativo a adoptar. La figura del monarca Inca pereció, ante el sistema representativo republicano y federal que adoptó la Constitución en 1853 como su artículo primero.

Hoy en día, los herederos de la patria cuentan con un olvido selectivo que desde la Gaceta nos proponemos develar.

¡Viva la patria!
 

Por Rodrigo Marcogliese

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