Un pueblo que se ahogó en sus palabras y se suicidó en las urnas
está escondido al oeste de la Provincia de Buenos Aires.Como un
espejo del país en su conjunto, Epecuén, guarda el recuerdo de lo
que fue en medio de las ruinas en las que se encuentra.
Cuenta la leyenda, que de unas tierras consumidas por el fuego un
grupo de indígenas rescataron a un niño y lo llevaron con su líder.
Ellos pertenecían a la comunidad Mapuche pero para los enemigos de
la historia, esos que insisten en que estos nunca existieron,
podrían ser llamados Araucanos.
El jefe nombró al niño “casi quemado”, lo que en su lengua significa
“Epecuén”.
El fuego se apagó y sobre tierra arrasada se erigió la sociedad.
Dotados de una grandeza de recursos tal que las aguas de la laguna
que toca ese lugar tenía propiedades sólo encontradas en el Mar
Muerto, en Asia.
Rápidamente, se le encontró poderes curativos sobre afecciones
dérmicas, musculares y óseas.
Pasó mucho tiempo, y en 1921 se creó la Municipalidad de Adolfo
Alsina, uno de los 135 partidos de la Provincia de Buenos Aires
(pegado a La Pampa), con la localidad de Carhué como su cabecera y
la de Villa Epecuén como su frutilla del postre.
Porque a esta última comenzaron a acercarse turistas, que querían
gozar de sus aguas termales, y de la fuerza curativa de su laguna.
En 1975, viendo la posibilidad de que la localidad se inunde
producto de las lluvias, el Gobierno provincial decidió comenzar el
Canal Ameghino. Obra que quedó trunca cuando los cráneos con botas
suspendieron su realización con el golpe de 1976.
Desde ese momento, todo fue cuesta abajo para sus habitantes.
El turismo, sin embargo, seguía creciendo y esto causaba rispideces
con la cabecera del partido, ya que Carhue había pasado a ocupar un
lugar expectante de quienes no conseguían hospedaje en las cercanías
de tal poderosa laguna.
Era el principio del fin, una tierra llena de recursos que estaba
mal administrada gubernamentalmente y encima en plena crispación
social con celos entre los hermanos.
Como diría el Martín Fierro, no era de esperar que si se peleaban
entre ellos los devorarán los de afuera.
Es importante hacer un punto en este momento porque de haber un mapa
una flecha marcaría: “Argentina está aquí”.
Para el principio del 84´ las lluvias que caían sobre Villa Epecuén
amenazaban con inundar el lugar, y los comerciantes tuvieron una
disyuntiva: manifestarse para visibilizar que el Gobierno (votado el
radicalismo democráticamente) tenía que hacer alguna obra, o
callarse y hacer como si no pasara nada para no alertar al posible
turismo que no iría si estaban en obras.
Como siempre, la avaricia pudo más y los pobladores se hicieron los
otarios.
Resulta que las lluvias comenzaron a caer cada vez con más fuerza y
el 10 de noviembre de 1985 Villa Epecuén se inundó.
Una observación, un dato al respecto es cómo actuó el poder de
turno. Sólo dos veces en la historia democrática se dio que un mismo
partido venciera en los 4 distritos más importantes del país
(Provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Mendoza, y Córdoba) y
en la general nacional en unas elecciones legislativas.
Una fue en el 2017 donde los argentinos que pedían alternancia dos
años antes votaron con las dos manos a un Gobierno que nos estaba, y
nos sigue endeudando. Semanas más tarde “salió con fritas” la
reforma previsional.
La otra fue en 1985, el 3 de noviembre de ese año el radicalismo se
impuso en todos esos distritos. Exactamente una semana más tarde el
Gobernador Alejandro Armendáriz contando “con una espalda enorme”
decidió abrir las compuertas para salvar la ciudad de Guaminí, y
sumergirse varios metros bajo el agua las esperanzas de los vecinos
de Epecuén.
Fue la tercer lluvia más fuerte de su historia, es decir, a Villa
Epecuén no la mató la lluvia. La mató el poder: el del oficialismo y
el del habitante que miró para otro lado cuando veía venirse el
agua.
Varios escépticos decidieron no abandonar las casas que décadas
antes habían construido ellos mismos y se aferraron a sus viviendas.
Otros tapiaron sus propiedades y se fueron.
En algunos casos emigraron a Carhué donde también se habían hecho
los “sota” cuando vieron que su localidad hermana se estaba por
inundar, qué mejor que eliminar la competencia habrán pensado.
Los que se quedaron esperando una ayuda del Gobierno nacional como
resarcimiento de sus muebles, electrodomésticos, recibieron el 50%
del valor inmobiliario con la promesa de que tiempo más tarde le
iban a dar la otra mitad.
No sólo que ese dinero restante nunca llegó, sino que el 50% fue
comido por la maratónica inflación que adoptó el Gobierno del Dr.
Alfonsín.
Una imagen vale más que mil palabras, y para ilustrar el hecho sólo
imagine a los vecinos abandonando sus hogares, cargando sus objetos
valiosos, la ropa y hasta su perro en botes mientras el agua subía.
Los que hace un tiempo vivieron en Villa Epecuén hoy recuerdan con
lágrimas en los ojos que en la Avenida principal tenían colocado un
Cristo, y dicen: “estaba encima de una base por lo que era más alto
que nosotros. Lo mirábamos y pensábamos que cuando el cristo tenga
el agua por las pelotas, a nosotros ya nos iba a llegar al cuello”.
En cuatro días, no existía más nada allí. Todo el pueblo había sido
evacuado y no quedaban vestigios de que en ese lugar hubiese
existido nunca nada más que agua.
Tiempo más tarde, en el 2005 bajó totalmente el agua. La Villa quedó
intacta sólo que completamente blanca debido a la salinidad del lago
que le aporta esos poderes curativos y la hace ser semejante al Mar
Muerto.
El poblado blanco se ve, pero son ruinas. Está completamente
destruido. Arrasado como el fuego que lo quemó al principio según la
leyenda. El matadero que está situado a la entrada de la Villa, el
mismo que insistió en seguir trabajando aun cuando estaba rodeado de
agua, fue nombrado monumento histórico provincial en el 2014 al
igual que el resto de las ruinas.
En el 2015 volvió a tener luz, y el turismo creció. Fotógrafos de
todo el mundo visitan Epecuén.
Esa es la historia de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, que
es parte y espejo de la Argentina.
Nació sobre tierra quemada, con recursos naturales enormes. El
Gobierno Peronista comenzó una obra que los muchachos de plomo
dejaron inconclusa. Llegó la democracia, el orgullo de sus
habitantes los hizo no protestar, los celos internos hicieron que no
exista la solidaridad, y el Gobierno actuó de verdugo. Se hundieron,
reflotaron en el 2005. En el 2014 fueron homenajeados, y creció su
sustento de vida con el turismo…
Es indescifrable saber si la descripción era del pueblo o del país.
Y como la historia es cíclica y tanto se parecen, después de todo lo
narrado adivinen a quién votaron en el 2015...