La Comuna 9 es la primera en la Ciudad en tener nombre propio,
"Lisandro de la Torre". En diálogo con Carlos Carrejas representante
de prensa de dicha Comuna, ampliamos los detalles.
“Todas las Comunas van a tener su nombre, y el Tribunal Superior de
Justicia decidió rápidamente llevar a consulta popular la de los
vecinos de Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda. Un 79,11 % voto a
favor de que se cambie el nombre".
¿Hubo cierta desinformación acerca de quien fue Lisandro de la Torre
y sobre la consulta en el vecino?
El tema informativo se realizó en diferentes promociones respecto a
la consulta en diferentes medios locales, zonales, de Liniers,
Parque Avellaneda y Mataderos. También se hizo a través de medios
partidarios que llegan directamente al vecino y fanáticos al deporte
de la zona.
Nos remitimos a que casi el 80 % votó a favor, (casi 66 mil
personas) un 20 % en contra y un uno y pico por ciento que optó por
no participar.
¿Quién propuso que se llame así la Comuna?
Surgió de la Junta Comunal cuyo Presidente es Néstor Di Natale y a
través de un proyecto traído por el FpV. Los 7 comuneros pusieron a
consideración la propuesta, y elevaron a Lisandro de la Torre como
el nombre elegido. Por eso rápidamente salió. Ya hay otras comunas
que están teniendo las posibilidades de votar su nombre, y también
lo van a llevar a consulta popular.
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Lisandro de la Torre (Rosario, 6 de diciembre de 1868 – Buenos
Aires, 5 de enero de 1939) fue un político argentino. Se recibió de
abogado en 1890, por la Universidad de Buenos Aires. Su tesis sobre
régimen municipal, así como otros trabajos, lo llevaron a pensar la
importancia de la autonomía municipal, la cual sería incluida recién
en la reforma de la Constitución Argentina de 1994. En 1898 fundó el
periódico La República.
“El peligro comunista es un pretexto, es el ropaje con que se visten
los que saben que no pueden contar con las fuerzas populares para
conservar el gobierno y se agarran del anticomunismo como una tabla
de salvación. Bajo esa bandera se pueden cometer toda clase de
excesos y quedarse con el gobierno sin votos. Yo soy un afiliado a
la democracia liberal y progresista, que al proponerse disminuir las
injusticias sociales trabaja contra la revolución comunista,
mientras los reaccionarios trabajan a favor de ella con su
incomprensión de las ideas y de los tiempos” .
Terminado el debate, De la Torre presentó su renuncia al Senado y se
retiró a su casa de la calle Esmeralda 22, de la que sólo salía para
brindar alguna conferencia o participar en homenajes a viejos amigos
de ideas como Aníbal Ponce. En 1938, sus amigos le prepararon un
cumpleaños sorpresa. De la Torre cumplía 70 años y se lo notaba muy
apesadumbrado. Hacía pocos días había fallecido su madre y comenzaba
a rondar por sus ideas el fantasma de Alem (suicidio). Lentamente,
comenzó a despedirse de sus allegados y de sus cosas más queridas
hasta que, al mediodía del 5 de enero de 1939, puso fin a su vida
disparándose un balazo al corazón.
Junto a su cadáver se encontró una carta dirigida a sus amigos: “Les
ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver. Deseo que no
haya acompañamiento público ni ceremonia laica ni religiosa alguna.
Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me
basta como recompensa. No debe darse una importancia excesiva al
desenlace final de una vida. Si ustedes no lo desaprueban, desearía
que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma
excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere
en el Universo. Me autoriza a darles este encargo el afecto
invariable que nos ha unido. Adiós”.