El caso Santiago Maldonado causa conmoción en una sociedad que
continúa sin conocer su paradero. El viernes hubo una marcha masiva
en la Plaza de Mayo a un mes de su desaparición.
La movilización agudizó el criterio con el que uno mira ciertas
cosas. En principio, nos acostumbramos a marchas de la CGT donde se
convoca a los trabajadores a las 16, y comienza a las 14. Por ese
mismo miedo en los dirigentes que los hace hablar rápido, para que
pase pronto el mal trago de comunicar a sus representados que no
tienen respuesta. Por el miedo, siendo buenos, que tienen de no
poder enfrentarse al Gobierno que los llama mafiosos.
En este caso, la convocatoria estaba programada para un horario y
fue puntal. Se habló ante una multitud, y los oradores no tenían
miedo.
Fue la marcha de los sin miedo que dijeron a viva voz “queremos que
la Ministra Bullrich de un paso al costado”, o “el cargo le queda
grande a la Ministra”.
Que el cargo le queda grande dijo Sergio Maldonado, hermano de
Santiago. ¿Por qué dijo eso? Será que estos supuestos “apátridas”
como lo sentenciaron desde algunos medios, toman con el respeto que
se merece ser Ministro de Seguridad de la República Argentina.
“Desensillar hasta que esclare” dijo el General Perón y este es un
ejemplo claro. Los hechos fidedignos indican que estamos hablando de
Santiago Maldonado, un joven que efectuaba una protesta y del que
nada se sabe.
Decir esa realidad no es politizar la cuestión. Politizarlo sería
callarlo, o hablar de la culpabilidad de Santiago en la protesta,
como un revival del “algo habrá hecho”.
¿Quién dice que un desaparecido tiene más importancia que otro?
También se les caen las caretas a aquellos que aplaudieron a
Alfonsín por el juicio a las juntas y hoy callan por Santiago. Pues
bien, el tiempo pasa y ya no se habla de “Nunca Más” como una
persona que se tapa los ojos, porque no quiere vivir nuevamente lo
sucedido. Hoy, avanzamos sobre aquellos cimientos fundacionales para
tener con los ojos abiertos: Memoria, Verdad, y Justicia.
No importó a que signo político pertenecía Santiago. Una persona que
aseguran que nunca votó precisamente por desconfianza de los
políticos, y que probablemente en la última elección haya dicho “son
iguales, todos chorros”. En la Argentina hubo muchos desaparecidos,
muchos en democracia, y hay que recordarlos. Como también hay que
analizar este caso en el que se culpa a la gendarmería (nada menos
que a una fuerza pública).
La visionaria Maria Elena Walsh escribió que en el mundo del revés
el ladrón es vigilante y otro es juez. Basta ver con la impunidad
que la justicia se empeña en realizar mala praxis sobre este caso,
dicen “la familia no se presta para hacerse un estudio de ADN” y la
familia dice que está a disposición, o Bullrich diciendo que no hay
pruebas que lo tenga la gendarmería porque todas las acusaciones son
mediáticas, pero ¿Qué garantías puede dar ella si en el Congreso
reveló la identidad de un testigo protegido?. Fue el día que la
Ministra Patricia Bullrich había ido al parlamento a intentar
“polarizar” el tema enfrentándose con legisladores de la oposición,
y desviar el tema con frases que le aseguren ser tapa de diarios al
otro día.
Contrariamente a eso, el jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que
esperaba que Santiago aparezca, y en caso de que se encuentre alguna
culpabilidad sea quien sea deberá rendir cuentas.
Cambió la cosa, pero la cuñada de Galimberti que dijo que los
demonios no eran tan demonios, la piba, la que realizó un brutal
ajuste en las jubilaciones, la que le dio un test de alcoholemia
positivo, es decir, la inconsciente que maneja alcoholizada ahora
vela por nuestra seguridad, y parece no querer darse por aludida de
lo que ocurre.
A lo largo de esta crónica, invitando a la relectura del lector, no
se encuentra proselitismo alguno. Casi sin adjetivos calificativos,
la descripción lleva a que habiendo pasado más un mes siga la
pregunta: ¿Dónde está Santiago Maldonado?